martes, 31 de julio de 2012

Pandemia cacósofa.


La filosofía se hunde en una nueva etapa histórica señores, es por lo visto irremediable. Así como el arte, la filosofía en las últimas décadas ha dejado de ser una actividad minoritaria para ser el común denominador de una pluralidad de gandules y haraganes. Y quiénes lo sufrimos, como siempre, somos la gentuza de a pie, que no alcanzamos a comprender el complejo laberinto del pensamiento que tiene lugar en el cráneo de estos modernos 'Goethes'.

Así, indefectiblemente, la filosofía deja paso a la cacosofía y los Ortega y Gasset, los Horkheimer o los Habermas dejan paso a las quinceañeras enamoradizas y a los adolescentes de dilatado flequillo y ojos encubiertos. Incluso puede que alguna vez, alguien a quién ustedes consideraban aparentemente normal, les sorprendiese sacándose de la chistera una memez de campeonato. Ésta es la cocasofía, el mal entendimiento, la vulgar erudición, una falsa y circense forma del saber. Cualquier fulero lector de Nietzsche o divagador de sofá y manta puede ser cacósofo, incluso tú, preciado visitante de este blog, puedes ser cacósofo.

El cacósofo se caracteriza por su nula comprensión de la realidad, pretende ser como un preciso y clarividente Kant, pero adaptado al minimalismo y simplicidad de nuestro tiempo. Pretende abarcar la vida en una frase y definir el sentimiento alejándolo de la ciencia y el progreso. Un confucionismo reformado, adaptado al nuevo milenio, pero manteniendo unos aires de celebridad ética.
Su carencia de preparación y su limitada experiencia, nos muestran sin embargo un burdo quasi-pensador, que consigue identificarnos en sus sentencias con menos atino que cualquier procaz humorista televisivo.
El cacósofo se considera un artista y un virtuoso de su propio intrauniverso. Poeta, pensador y moralista. Su emotiva visión del amor será con frecuencia relatada en consonantes composiciones poéticas que harían sacarse los ojos al mismísimo Rubén Darío, despertando en el populo la vergüenza más extrema. Sus enseñanzas son tomadas a pitorreo y su manida ética obviada por todo aquél que tenga dos dedos de frente.

Madre no hay más que una. Enseñanza... necesaria.

viernes, 27 de julio de 2012

El aborto, los meapilas y las consignas falaces.

«La malformación del feto no será un supuesto de aborto. La discapacidad nunca puede significar en una sociedad avanzada, en una sociedad progresista, una merma de derechos y, por tanto, los discapacitados deben tener exactamente los mismos derechos que el resto de los españoles.»
Alberto Ruiz-Gallardón

Parece ser que en los últimos días, declaraciones como éstas por parte de nuestro conspicuo ministro de justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, han levantado ampollas entre comunistas, rojos y enemigos varios de la patria.
Disculpen, disculpen, no quería decir eso, es sólo que las pegadizas consignas católico-derechistas han conseguido adulterar mi visión de la realidad. ¿Quién podría llevarles la contraria a semejantes maestros del marketing?
Porque sí señores, si algo tiene esta gente es que está bien organizada y que todos van a una, ya sea para hundir a cañonazos las sucias pateras mauritanas o para devolver los derechos de la mujer a cotas del medievo, desandando un camino que nunca debió ser andado.

Pero no se engañen, estimados lectores, la culpa no es de la iglesia, ni del PP tampoco, ellos sólo se limitan a repetir sus irrisorios argumentos una y otra vez, con gran carisma y locuacidad, convenciéndonos de las maravillas de la involución.
La culpa la tienen esas sabandijas progresistas que se limitan a hablar de derechos de la mujer, de progreso y de ciencia, olvidando lo más importante, la fe la moral.